(Publicado no EL PAIS de 31 de agosto de 2015)
Felipe Gonzales (ex-presidente
do governo de Espanha) publica hoje no EL PAIS uma importante carta contra as
propostas independentistas para a Catalunha. Um testemunho relevante e Patriótico
de um grande político. Por isso deixo aqui esse importante testemunho,
naturalmente em Castelhano, língua falada por 500 milhões de
pessoas - nunca a língua foi um património
tão importante.
“Hace casi dos décadas que salí de la presidencia del Gobierno de
España. No tengo responsabilidades institucionales ni de partido. He recuperado
la sencilla condición de ciudadano, aunque en todo momento comprometido con nuestro
destino común. Por ese compromiso con España, espacio público que compartimos
durante siglos, me dirijo a los ciudadanos de Cataluña para que no se dejen
arrastrar a una aventura ilegal e irresponsable que pone en peligro la
convivencia entre los catalanes y entre estos y los demás españoles.Siempre he sentido gratitud por vuestro apoyo
permanente y mayoritario para la tarea de gobierno.
Siempre, incluso cuando
este apoyo era declinante en el resto de España. Y gracias a esta sintonía he
podido representaros con orgullo, como a todos los españoles, en Europa, en
América Latina y en el mundo. Con vuestra confianza hemos progresado juntos,
durante muchos años, superando la pesada herencia de la dictadura, consolidando
las libertades, sentando las bases de la sociedad del bienestar y reconociendo,
como nunca antes en la historia, la identidad de Cataluña y su derecho al
autogobierno.
He creído y creo que estamos mucho mejor juntos que
enfrentados: reconociendo la diversidad como una riqueza compartida y no como
un motivo de fractura entre nosotros. Para mí, España dejaría de serlo sin
Cataluña, y Cataluña tampoco sería lo que es separada y aislada.
La idea de “desconectar” de España, como propone Artur
Mas, en un extraño y disparatado frente de rechazo y ruptura de la legalidad,
tendría unas consecuencias que deben conocer todos:
He creído y creo que estamos
mucho mejor juntos que enfrentados
— Desconectarían de una parte sustancial de la
sociedad catalana, fracturándola dramáticamente. Ya se siente esa fractura en
la convivencia, y se empiezan a oír voces de rechazo a los que no tienen
“pedigrí” catalán. Esos ciudadanos catalanes se sienten hoy agobiados porque se
está limitando su libertad para expresar su repudio a esta aventura, porque le
niegan o coartan su identidad —catalana y española— que viven como una riqueza
propia y no como una contradicción.
— Desconectarían del resto de España, rompiendo la
Constitución, y por ello el Estatuto que garantiza el autogobierno, y la
convivencia secular en este espacio público que compartimos. En el límite de la
locura, empiezan a ofrecer ciudadanía catalana a los aragoneses, valencianos,
baleares y franceses del sur. Hemos pasado épocas de represión de las
diferencias, de los sentimientos de pertenencia, de la lengua, pero desde hace
casi cuatro décadas, con la vuelta de Tarradellas, entramos en una nueva etapa
de reconocimiento de la diversidad y de construcción del autogobierno más
completo jamás habido en Cataluña.
— Desconectarían de Europa,
aislando a Cataluña en una aventura sin propósito ni ventaja para nadie.
¿Imaginan un Consejo Europeo de 150 o 200 miembros en la ya difícil gobernanza
de la Unión? Porque ese sería el resultado de la descomposición de la estructura
de los 28 Estados nación que conforman la UE. ¿Imaginan al Estado francés
cediendo parte de su territorio para satisfacer este nuevo irredentismo? Nadie
serio se prestará a ello en Europa y, menos que nadie, España, que tanto luchó
por incorporarse y participar en la construcción europea, tal como es, con su
diversidad y, por cierto, con el máximo apoyo de Cataluña.
— Desconectarían de la dimensión iberoamericana (que
tanto valor y trascendencia tiene para todos) y especialmente de Cataluña
porque este vínculo se hace a través de España como Estado nación y de la
lengua que compartimos con 500 millones de personas —el castellano—, como saben
muy bien los mayores editores en esta lengua, que están en Barcelona.
El desgarro en la convivencia que
provoca la aventura de Mas afectará a nuestro futuro
Naturalmente afirman lo contrario: “Solo queremos
desconectar de España”. ¿De qué España? ¿La que excluye también Aragón,
Valencia y Baleares? Los responsables de la propuesta saben que lo que les
estoy diciendo es la verdad, si se cumpliera ese “des-propósito”. En realidad
tratan de llevaros, ciudadanos de Cataluña, a la verdadera “vía muerta” de la
que habla Mas, en un extraño “acto fallido”.
Vivimos en la sociedad más conectada de la historia.
La revolución tecnológica significa “conexión”, “interconexión”, todo lo
contrario a “desconexión”. Cada día es mayor la interdependencia entre todos
nosotros: españoles de todas las identidades, europeos de la Unión entre 28
Estados nación, latinoamericanos de más de 20 países, por no hablar de nuestros
vecinos del sur o del resto del mundo. Pregunten a sus empresas, las que crean
riqueza y empleo por esta desconexión.
La propuesta que hace esa extraña coalición unida solo
por el rechazo a España, sea cual sea el resultado de la falseada contienda
electoral, puede ser el comienzo de la verdadera “vía muerta”. ¿Cómo es posible
que se quiera llevar al pueblo catalán al aislamiento, a una especie de Albania
del siglo XXI? El señor Mas engaña a los independentistas y a los que han
creído que el derecho a decidir sobre el espacio público que compartimos como
Estado nación se puede fraccionar arbitraria e ilegalmente, o que ese es el
camino para negociar con más fuerza. Comete el mismo error que Tsipras en
Grecia, pero fuera de la ley y con resultados más graves.
¿Qué pasó cuando se propuso a los griegos una consulta
para rechazar la oferta de la Unión Europea y “negociar con más fuerza”?
Después de que más del 60% de los griegos lo creyeran, Tsipras aceptó
condiciones mucho peores que las que habían rechazado en referéndum, con el
argumento, que sabían de antemano, de que no tenían otra salida. ¿Sabían que no
había otra salida y engañaron a los ciudadanos?
¿Cómo es posible que se quiera
convertir a Cataluña en una especie de Albania del siglo XXI?
Pueden creerme. No conseguirán, rompiendo la
legalidad, sentar a una mesa de negociación a nadie que tenga el deber de
respetarla y hacerla cumplir. Ningún responsable puede permitir una política de
hechos consumados, y menos rompiendo la legalidad, porque invitaría a otros a
aventuras en sentido contrario. Todos arriesgaríamos lo ya conseguido y la
posibilidad de avanzar con diálogo y reformas.
Eso es lo que necesitamos: reformas pactadas que
garanticen los hechos diferenciales sin romper ni la igualdad básica de la
ciudadanía ni la soberanía de todos para decidir nuestro futuro común. No
necesitamos más liquidacionistas en nuestra historia que propongan romper la
convivencia y las reglas de juego con planteamientos falsamente democráticos.
Si la reforma de la ley electoral catalana no ha
podido aprobarse porque no se da la mayoría cualificada prevista en el
Estatuto, ¿cómo se puede plantear en serio la liquidación del mismo Estatuto y
de la Constitución en que se legitima, si se obtiene un diputado más en esa
lista única de rechazo? ¿Cómo el presidente de la Generalitat va en el cuarto
puesto, como si necesitara una guardia pretoriana para violentar la ley?
Es lo más parecido a la aventura alemana o italiana de
los años treinta del siglo pasado. Pero nos cuesta expresarlo así por respeto a
la tradición de convivencia de Cataluña. El señor Mas sabe que, desde el
momento mismo que incumple su obligación como presidente de la Generalitat y
como primer representante del Estado en Cataluña, está violando su promesa de
cumplir y hacer cumplir LA LEY. Se coloca fuera de la legalidad, renuncia a
representar a todos los catalanes y pierde la legitimidad democrática en el
ejercicio de sus funciones.
No estoy de acuerdo con el inmovilismo del Gobierno de
la nación, cerrado al diálogo y a la reforma, ni con los recursos innecesarios
ante el Tribunal Constitucional. Pero esta convicción, que estrecha el margen
de maniobra de los que desearíamos avanzar por la vía del entendimiento, no me
puede llevar a una posición de equidistancia entre los que se atienen a la ley
y los que tratan de romperla.
No creo que España
se vaya a romper, porque sé que eso no va a ocurrir, sea cual sea el resultado
electoral. Creo que el desgarro en la convivencia que provoca esta aventura
afectará a nuestro futuro y al de nuestros hijos y trato de contribuir a
evitarlo. Sé que en el enfrentamiento perderemos todos. En el entendimiento
podemos seguir avanzando y resolviendo nuestros problemas”